Retomas Discursivas en Tiempos de Convergencia Producción, Circulación y Consumo

¿Las redes sociales cambiaron el mundo? : El imaginario construido en torno a los usos y la conectividad

Analia Hoban

analiahoban@yahoo.com

Introducción

Lo que se presenta a continuación es una reseña del libro escrito por el antropólogo Daniel Miller junto a su grupo de investigación de la Universidad de Londres, llamado en inglés “How the World Changed Social Media[1]. Publicado a mitad del 2016, el texto exhibe como novedad la posibilidad de realizar -en sincronía- una etnografía de usuarios de redes sociales en distintas partes del mundo con el fin de detectar patrones de conductas culturales. Asimismo, los autores dan cuenta de los sentidos que se construyen en torno al uso de las redes sociales y problematizan cómo se redefinen las subjetividades en el espacio configurado como online. Más aún, se procura demostrar que resulta necesario, en tiempo en que se debaten las consecuencias y efectos del capitalismo tardío (Jameson 2005), recuperar las concepciones del relativismo cultural y no presumir que la postmodernidad llevará a una homogeneización de las sociedades.

Redes sociales y su injerencia en la vida cotidiana

How the World Changed Social Media es un libro que reúne las experiencias de ocho antropólogos que realizaron una etnografía de redes sociales en diferentes lugares del globo: Brasil, Chile, China, Inglaterra, India, Italia, Trinidad y Turquía. La elección de dichos países -explican los autores- es para poder abarcar la mayoría de las regiones y crear una muestra mundial lo más representativa posible. Siguiendo la propuesta metodológica de observación participante de Malinowski, cada antropólogo convivió con los nativos durante 15 meses a fin de familiarizarse con sus prácticas cotidianas. Además, cada uno de los investigadores usó el mismo cuestionario para con sus informantes y las mismas categorías de análisis con el objetivo de detectar los sentidos que le atribuyen los usuarios a la práctica de navegar por la red, así como para facilitar la comparación de los resultados.

Con los grupos estudiados, se trabajó principalmente sobre los siguientes significantes: “familia”, “amistad”, “vida privada vs pública”, “género” e “identidad” y los resultados obtenidos les permitieron reafirmar que no es posible caer en la generalización, sino que, por el contrario, cada sociedad debe ser entendida dentro de su contexto, dando cuenta de sus sistemas de creencias y sus relaciones simbólicas -desiguales- dentro de la estructura que la forma.

Cabe destacar que a los antropólogos no les interesa entender las lógicas de producción de Facebook, Twitter, Snapchat, Instangram o Whatsapp sino los contenidos que se ponen en circulación y cómo estos son recepcionados. Es decir, qué es lo que las personas publican; cómo usan dichas plataformas para comunicarse con sus pares, así como también cuáles son los efectos de sentido que provocan sus intercambios comunicativos.

Por su parte, el gestor de dicha investigación colaborativa, el Dr. Daniel Miller, acuña el concepto de “polimedios” y teoriza que no se puede entender a cada plataforma virtual de forma aislada, pues no son excluyentes; al contrario, los usos están relacionados entre sí (Miller 2016), ya que se detectó que la mayoría de los entrevistados participan en todas o casi todas las redes antes mencionadas, aunque cada una de ellas cumple una finalidad distinta para con ellos. En este sentido, Miller comprueba que en cada uso se producen distintos grados de sociabilidad[2]. Por ejemplo, en China, donde la mayoría de los trabajadores de las fábricas tienen jornadas larguísimas (y hasta muchos de ellos duermen allí y sólo regresan los fines de semanas a sus hogares) se usan las redes sociales como un modo de sociabilizar con el mundo exterior. Por ende, la vida “real” es aquella que se expone como vidriera en los perfiles de Facebook. En Chile, la misma plataforma sirve para reafirmar lazos de amistad o de pareja, “una relación amorosa se legitima como tal si se anuncia en Facebook y se cambia de estado de soltero a: en pareja”, anota la antropóloga Nell Hyanes, encargada de dicho país. Mientras que en países como Trinidad o la India, que suelen organizarse por castas o tribus, Facebook sirve para reforzar lazos entre pares o reafirmar valores culturales.

Siguiendo esta línea de análisis, los investigadores observan cómo es entendida la aplicación de mensajería Whatsapp entre aquellas familias que han sido separadas por fenómenos como la inmigración o la transferencia a otro país por trabajo o estudio. Esta aplicación habilita un canal de comunicación interpersonal que permite “acortar” distancias geográficas, creando entre los interlocutores el efecto de que están más próximos y en continua comunicación.

Si bien es cierto que existe una tendencia a teorizar que las redes sociales son instrumento globales homogeneizantes, los casos ilustrados, por el contrario, demuestran que se configuran como espacios apropiados por los sujetos sociales en búsqueda de redefinir sus subjetividades e intereses, lo que a su vez refuerza la idea de la localización como productora de sentidos y por ende, la heterogeneidad de las prácticas. Más aún, desde esta perspectiva, los antropólogos conciben a las redes sociales como un tipo de medio de comunicación de masas más, que adopta -como lo han hecho la televisión o la radio- su especificad cultural en el proceso de producción, circulación y consumo. En términos veronianos, lo que se intenta recalcar con esta investigación es que el análisis (respecto al uso de las redes) reside en comprender la relación entre el medio y los usuarios, atravesados por el proceso de mediatización. Verón define como medio al dispositivo técnico más las condiciones de su utilización social (producción, circulación y reconocimiento) (Verón 1997: 262). Estas nociones están muy emparentadas con los postulados de Manuel Castells, quien entiende que la difusión de la tecnología amplifica infinitamente su poder, al permitir ser apropiada y redefinida por sus usuarios. Castells denomina a la sociedad actual como “Sociedad informacional” –y Miller junto a los otros antropólogos adscriben a esta idea- porque si bien el conocimiento y la información son elementos decisivos en todos los modos de desarrollo “el término indica el atributo de una forma específica de organización social en la que la generación, el procesamiento y la transmisión de información se convierten en las fuentes fundamentales de la productividad y el poder, debido a las nuevas condiciones tecnológicas que surgen en este periodo histórico” (Castells 1999).

Subjetividades exhibidas

El debate vigente en el campo de las Ciencias Sociales reside en el interés por analizar los marcos comportamentales y culturales de las sociedades contemporáneas que están continuamente atravesadas por el desarrollo tecnológico. A este respecto, aparece la noción de postmodernidad como respuesta teórica e interpretativa a las llamadas sociedades de la información. En efecto, quienes ejercen la tarea de reflexionar sobre el devenir postmoderno, coinciden en que lo que circula como común denominador es la aceptación de lo efímero, la concepción del tiempo fugaz, el borramiento del pasado, la fragmentación, entre otras cuestiones emparentadas a una idea de caos. A esto se le suma la multiplicidad de realidades que habilita el espacio virtual, lo que desde esta perspectiva, provoca desconcierto e incertidumbre total, pues los actores sociales encuentran en la red nuevas formas de re-constituir y re-imaginar modos de estar en el mundo.

El semiólogo brasileño Arlindo Machado escribe al respecto:

“los ordenadores conectados en red, al situar también en conexión a sus usuarios y permitir que cada uno se ubique dentro de esa red, ya sea con su propia identidad o multiplicado a través de sus avatares, están afectando profundamente a las relaciones de intersubjetividad, como también a la naturaleza del «yo» y de su relación con el otro.” (Machado 2009: 203).

Las identidades sociales no están dadas: se sabe que son un constructo resultante de la interacción entre los sujetos sociales. Por lo tanto, las identidades se van reafirmando o deconstruyendo de acuerdo a las expectativas sociales y culturales desde donde los miembros de una sociedad se desarrollan. Ahora bien, tal como lo demuestra el libro “How the World Changed Social Media”, los usuarios de las redes sociales están siempre en búsqueda de redefinir sus identidades de acuerdo al espacio en el que interactúan o con quienes interactúen, pues no es lo mismo la construcción enunciativa en Facebook para contactarse con una comunidad de interés que con un pariente lejano. De esta manera, se evidencia la flexibilidad de las identidades y por ende, la “libertad”-que otorga la red- de elegir ser o no ser alguien de acuerdo a la relación que se establezca con los interlocutores cibernéticos. Ya lo decía Bauman en uno de sus ensayos, internet abre posibilidades que la “vida real” negaba. La fabulosa ventaja del espacio de vida virtual sobre los espacios de vida offline consiste en la posibilidad de lograr reconocimiento para una identidad sin necesidad siquiera de adoptarla realmente. (Bauman 2008: 156).

Atendiendo a estas reflexiones, recuperamos el antes mencionado caso de la China industrial. Los obreros, cuyas vidas están dominadas por el trabajo manual, conciben su experiencia online como el lugar donde pueden ser “más humanos”[3], ya que las redes les brindan las posibilidades de expresar aspiraciones individuales y esperanzas sobre el futuro. En el caso de Turquía, los antropólogos explican que el impacto de las redes es aún mayor, pues favorecen y habilitan nuevas lógicas de socialización. Por ejemplo, en aquellas familias cuyo orden dominante es el patriarcal, las mujeres -aún limitadas en su vida offline– encuentran en dichas plataformas el lugar para manifestarse y para entablar vínculos con personas ajenas a su entorno más íntimo, así las redes se convierten en aquello que les permite desarrollar otras identidades. Igualmente sucedió en las entrevistas a estudiantes turcos de la secundaria que “confesaron” que pueden llegar a tener cientos de amigos en Facebook pero que tienen una cuenta falsa para no ser reconocidos por los familiares. Esta práctica, por ejemplo en los grupos musulmanes, pone en jaque sus propios valores tradicionales, pues la vida online habilita, en efecto, que los y las adolescentes tengan charlas entre ellos y ellas, cuando por oposición, en la vida offline la posibilidad de charla entre hombre y mujer -antes de estar casados- está controlada y es sumamente restrictiva.

Por otra parte, las redes sociales además de ofrecer multiplicidad de perfiles, permiten a los usuarios existir en varios lugares al mismo tiempo. Como mencionamos antes, un obrero de China puede estar trabajando y hablando con su esposa que reside en la ciudad y por otra plataforma, como Whatsapp, estar intercambiando mensajes graciosos con algún compañero del trabajo[4]. Así, el sujeto navega en el espacio virtual combinando sus propias subjetividades.

No obstante, dice Arlindo Machado, aun cuando los distintos sujetos estén interactuando unos con otro en ese instante, en la realidad sus interlocutores no están “presentes”; entre ellos se interpone un gigantesco aparato tecnológico; hay importantes procesos computacionales que no sólo están actuando como intermediarios sino que además forman parte de esa relación (Machado 2009: 204). Sin embargo, para este autor, es importante aclarar el sentido que le otorga a “lo real” o “realidad”, ya que lo virtual se opone a lo fáctico, pero no a lo real, en tanto que si lo virtual existe, también es real. En ese sentido, la realidad virtual es una expresión contradictoria, pues presupone la existencia de una realidad real, lo que sería una “aberración verbal”. (Machado 2009: 208).

Es preciso notar que, para este autor, la vida online es concebida en relación de oposición y semejanza con la vida offline y desde allí parten sus teorías. Pero no se puede entender la vida virtual como ajena y por fuera de la vida “desconectada”; una no es independiente ni excluyente de la otra. Es más, los antropólogos en su etnografía de usuarios, afirman que la vida online no sólo es parte sino que es una continuación de lo que pasa por fuera de la conectividad, como extensión de la misma, y así como algunos grupos sociales la usan para redefinir o recrear sus identidades (como medio de resistencia ante sus relaciones sociales desiguales); otros lo hacen para reafirmarla, como una contigüidad relacional entre el afuera y el ciberespacio.

Así, a partir de estas implicaciones, podemos rescatar algunas afirmaciones que aparecen en el libro How the World Changed Social Media, en el capítulo en el que se discute “lo real vs. lo virtual”:

  • El trabajo etnográfico evidencia que para los entrevistados no hay distinción entre lo virtual y lo real: lo que sucede online es tan real como lo que sucede por fuera.
  • Los investigadores tampoco deberían pensar online/offline como dos pares conceptuales distintos, del mismo modo que hoy en día no se piensa que una conversación telefónica está separada de lo que se entiende como la vida real.
  • Las redes sociales se vuelven una parte más de la cotidianidad de las personas en conjunto con la vida en la oficina, la vida en el hogar y con la comunidad.
  • Quienes usan las redes sociales se enfocan más en reafirmar relaciones sociales existentes, que en usarlas como un medio para conectarse con extraños que tengan intereses en común.
  • El uso de internet y de las tecnologías digitales no son ni transformadoras ni conservadoras (en términos de conservar estructuras sociales existentes), ellas – y sus usos- se definen en y dentro de la práctica, según el fin que le otorgue cada grupo social.

Pánico moral

Como ya se ha dado a entender a lo largo de este artículo, todo tipo de comunicación y modo de sociabilidad está mediada tanto por un artefacto como por la propia cultura. Sin duda, para los autores, se puede afirmar la existencia de sociedades mediatizadas que no sólo han transformado sus prácticas sociales y hábitos, sino que han reconfigurado las formas de discursividad en función a las nuevas modalidades de consumo de los medios de comunicación (principalmente los digitales).

En virtud a esta idea de la mediatización, los autores del libro-objeto, explican que para entender las redes y sus usos, es necesario un plano más complejo, es decir, entenderlas desde su investidura en la urdimbre de sentidos que son producidas por los propios sujetos, que a su vez, están insertos en políticas económicas dominantes mucho más complejas. Esta idea va en concordancia con lo que plantea Zygmunt Bauman: el “ciberespacio” se está convirtiendo en el hábitat natural de los miembros actuales de la clase ilustrada, y por eso no es extraño que unos cuantos académicos den la bienvenida a Internet y a la Word Wide Web como prometedora alternativa y reemplazo posible de las instituciones ortodoxas de la democracia política que, como bien sabemos, concitan cada día menos interés y compromiso de los ciudadanos. (Bauman 2008: 147).

Al respecto, dentro de los debates en torno a los usos de internet y de los avances y transformaciones tecnológicas, se genera lo que Miller define como Pánico Moral, es decir, se llega a creer que las nuevas tecnologías traen consigo el fin auténtico de la humanidad, en tanto, el avance de las mismas acarrea la pérdida de elementos legítimos y propios de la cotidianidad como, por ejemplo, la comunicación cara a cara o la atención plena a largo plazo, dicho de otra manera, el uso continuo y simultáneo de las tecnologías desde diferentes soportes nos genera una debilidad cognitiva marcada por un déficit de atención. Otro ejemplo que menciona Miller respecto de este tipo de pánico, es pensar que el individualismo moderno es menos generoso y que está menos preocupado por las instituciones como la familia o la Nación, porque lo que importa son los intereses y logros particulares. A partir de dichas aseveraciones, Miller propone su “Theory of Attainment[5]. Esta teoría sostiene que estas tecnologías no hacen diferencias ni provocan cambios en nuestra esencia como humanos. Al contrario, en una época marcada por los crecimientos demográficos, las diásporas, las migraciones, la urbanización y como consecuencia la extensión de trayectos de viaje, (por ejemplo de la casa al trabajo), entre otras instancias que impliquen separación, las redes no hacen más que recuperar (si es que se perdió) la sociabilidad y los lazos entre los vínculos sociales próximos. En todo caso, las redes deben ser entendidas como el espacio para reafirmar la conectividad social, afirma Miller.

Conclusión

El libro “How the World Changed Social Media” nos permite arribar a la conclusión de que para definir fenómenos sociales contemporáneos, principalmente los atravesados por las transformaciones tecnológicas y los procesos de globalización, es imperante adoptar un abordaje que nos ubique -y contextualice- en la totalidad de los procesos de producción, circulación y consumo de los sentidos construidos. Si bien todas las plataformas estudiadas aparecen en escena a nivel mundial como si tuviesen una sola manera posible de ser utilizadas e intervenidas, se ha demostrado, sin embargo, que la apropiación y resignificación de los usos es única para cada sistema de valores y prácticas. Sabemos que cada cultura es en sí misma una urdimbre de sentidos, de modos de ver y entender el mundo y que por lo tanto no se puede admitir una generalización ni una homogeneización de lo social. Los sujetos construyen y definen sus subjetividades en un campo que ahora también es virtual. De manera que los modos de comunicación y sociabilización se definen por medio de los grados de interactividad, pues la vida online no puede desprenderse ni ser ajena a la práctica cotidiana.

Nos gustaría, no obstante, remarcar que el libro, a nuestro criterio, deja de lado la concepción de la brecha y la desigualdad en el acceso de los bienes informáticos. Es decir, que no contempla las relaciones desiguales propias dentro de cada cultura entre aquellos que sí se conectan -y por ende, poseen las condiciones materiales y culturales para hacerlo-, y quienes no. Entonces, en último término, sería interesante redoblarle la apuesta a este conjunto de ocho antropólogos y pedirles que el análisis comparativo resida justamente allí, en las fronteras culturales donde se disputa la lucha por el sentido hegemónico que articula a cada sociedad.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Bauman, Zygmunt (2008) “Cultura consumista”, en Vida de consumo (pp. 115-157).   Buenos Aires: FCE.

Castells, Manuel (1999) La era de la información: economía, sociedad y cultura: la sociedad red. México: Siglo XXI.

De Moraes, Denis (2010) Mutaciones de lo visible. Buenos Aires: Paidós.

Harvey, David (2008) La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural. Buenos Aires: Amorrortu.

Jameson, Fredric (2005) La lógica cultural del capitalismo tardío. Consultar en línea: http://www.caesasociacion.org/area_pensamiento/estetica_postmaterialismo_negri/logica_cultural_capitalismo_tardio_solo_texto.pdf

___________ (2002). El posmodernismo y la sociedad de consumo, en El giro cultural (pp. 15-38), Buenos Aires: Manantial.

Machado, Arlindo (2009). Nuevas figuras de la subjetividad, en  El sujeto en la pantalla (pp. 203-212). Barcelona: Gedisa,

Miller Daniel et. al. (2016) How the World Changed Social Media, Londres: UCL press.

Verón, Eliseo (1997). Esquema para el análisis de la mediatización.  Diálogos N° 48, Buenos Aires.

Anexo

Figura 1.”Sociabilidad escalable”. El siguiente cuadro muestra cómo se van acrecentando las relaciones sociales a partir del uso e incorporación de las redes sociales. La escala va desde la conversación más privada a la más pública y desde el grupo más pequeño al más grande, p3. Por Miller D. et. al. (2016) How the World Changed Social Media, Londres: UCL press.

 

Figura 1.2. Escala de mayor a menor uso y presencia de las aplicaciones de las redes sociales entre los alumnos de primaria de colegios ingleses, p5. Por Miller D. et. al. (2016) How the World Changed Social Media, Londres: UCL press.

[1] El libro no se ha traducido al español, por lo cual voy a usar bajo mi criterio “redes sociales” como equivalente de “Social Media”, aunque las traducciones clásicas aconsejan “Medios de Comunicación Interactivos.”

[2] Ver cuadros de referencia sobre sociabilidad en el Anexo.

[3] En inglés: “[…] experience online as the place in which they can be more humans”. Pág: 112

[4]Cabe destacar que el libro no hace hincapié en el uso de videojuegos. Este fenómeno habilita a otras cuestiones en torno de la multiplicidad de identidades y redefiniciones de las subjetividades de los usuarios.

[5] Podría ser traducido como “la teoría del logro”