Retomas Discursivas en Tiempos de Convergencia Producción, Circulación y Consumo

Presentación de Graciela Varela

Los modos televisivos del yo
(entre no ficción y ficción)

Eso, ese cuerpo, que está diciendo yo, ese yo que habla y se constituye como tal en cada instancia de enunciación, y define a lo largo del relato de sí, su identidad (en tanto igual a otros que también pueden decir yo de sí mismos; en tanto un carácter particular, que se mantiene en el tiempo y va mutando; en tanto sujeto- cuerpo que se compromete con los otros y se somete a la ley social), resulta una evidencia que nos deslumbra, a la hora de describir los modos de su aparición televisiva.
En la enumeración podemos contar: el presentador frente a cámara que habla al público, “representándose a sí mismo y no a un personaje ficticio” del que hablaba Eco (1983); ese modo de encarnación deíctica y fuerte reflexividad, según Nel (1997); las formas convocadas del yo que testimonia –tanto el testigo de algún suceso como el narrador de su propia vida- en el seno de una multiplicidad de entrevistas mediáticas de las que se ocupó Arfuch (2002), los egos que ritman el intercambio conversacional sin mirada a cámara con su efecto de transparencia (en el estudio de TV o en las casas de aislamiento de un reality game show (Andacht 2003), los sufrientes que se desdoblan fingiendo, o actualizando en el estudio, sus conflictos personales en los talk- shows (Jost 2003); los polemistas, los argumentadores, los que en su propio nombre y propia carne conmueven, persuaden o seducen; esto es, ese vasto conjunto de personas devenidas personajes, personajes con su encarnadura de personas (Varela 2010).
Intento entonces algunas observaciones de este amplio repertorio.

I. Yo y narración (lo biográfico, lo autobiográfico)
1. El yo narrándose
En la televisión de aire actual, todavía hay espacio para que aparezca esa forma tradicional de la entrevista, marco para el despliegue narrativo de una vida. Alguien célebre (artista, intelectual, político) cuenta su historia a solicitud de las preguntas del entrevistador y así se ofrece como modelo. Acompañada por material de archivo (fotos, videos) y testimonios de otros, que devuelven las imágenes que tienen de él, la palabra del entrevistado recorrerá los motivos de su infancia, herencia familiar, vocación, primera oportunidad, logros, según las convenciones representacionales de una trayectoria (Arfuch 2002). Valen como ejemplos, el programa ¿Qué fue de tu vida? (canal 7) y segmentos de otros, en los que se rinde homenaje a un individuo que se ha destacado.
Ahora bien, en otro tipo de reportajes, el yo que aparece narrándose lo hace convocado en calidad de testigo. Aquí resultan centrales las operaciones de puesta en imágenes que colocarán su cuerpo (vía webcam u otro dispositivo) o su voz (si la comunicación es por T.E.) en conexión con el espacio identificado del suceso, sobre la base de otra tópica, la del atestiguar algo puntual, porque uno lo ha visto, escuchado, percibido; es decir, porque ha formado parte de su experiencia (por ejemplo, las entrevistas en los noticieros a argentinos residentes en Japón durante el último terremoto). En el testimonio, según Fontanille (2004), pesa la emergencia de las impresiones particulares del que testimonia, del que se dice testigo o del que vemos en pantalla recorriendo espacios de lo factual (más aún cuando quedan huellas sobre su cuerpo o entorno). Que sea una perspectiva anclada en un yo refuerza el efecto de autenticidad: es el reino de la ilustración por el caso y la demostración a través del ejemplo. Cuando el que testimonia es el periodista en terreno, se crea una cuota adicional de autentificación a través de otras modalidades del yo (argumentador, seductor).

2. Una propia historia para exhibir
Pero más allá de este tipo de yo con fuerte consistencia narrativa (experiencia y puesta en discurso de la temporalidad de toda una vida o de un momento crucial) la televisión ha hecho crecer una variedad de formatos en los que el yo narrativo está capturado por la dimensión del hacerse ver, tener una historia para exhibir. Es lo que puede aparecer en algunos programas de concursos o en la última versión de Gran Hermano y sus satélites, en los cuales se debate y repregunta a cada uno de los participantes sobre sus acciones dentro de la casa: aquí los atributos de un carácter, más que una historia, la que cada uno cuente, valen como cartas de juego. La verdad o el decir verdad de lo que les ha pasado en sus vidas queda relegado a un segundo plano, porque este tipo de narrativa del yo constituye una excusa para la entrada en la visibilidad, según una lógica especulativa o competitiva. Así, las historias que sostienen los participantes de GH (con sus cuotas de exageración, invención, realidad; pero propias, al contarse en primera persona) se diluyen en su objetivo de dar espesor a cada identidad, siendo sólo atributos descriptivos de un tipo, del que cada cual es una muestra. Recuérdese el pobre desarrollo narrativo que Alejandro diera al proceso de reconocimiento de su disforia de género, siendo sólo importante que se conociera, se hiciera visible este problema o la retratificación del ganador en términos de “perfil de jugador”, “mejor jugador”, no importando si había mentido o no metido sobre su infancia y adolescencia.
Otro modo de aparición del yo con una “propia historia para exhibir” corresponde a lo que denominamos en un antiguo trabajo el “yo confesional” de los talk-shows (Rocha y Varela 1995) del que quedan pocas manifestaciones actuales en la TV de aire: Los unos y los otros (América); algunos segmentos de Cuestión de peso (canal 13), por ejemplo. Unos anónimos, “iguales a nosotros” confiesan algo reprobable, nos toman de confidentes, confían en el medio para solucionar sus problemas. En situación de confesar algo se ponen a disposición de los otros (antagonista, conductor, especialistas, público), para su aprobación o reprimenda, siguiendo un ideal de liberación por la palabra. No obstante, muchas veces, el retazo de drama personal queda congelado en la mera puesta en escena del conflicto, sin espacio para ninguna resolución narrativa transformadora (“mi mujer me engaña con mi mejor amigo”), simple oportunidad para que se intercambien insultos, reproches, exclamaciones varias entre los antagonistas y los demás participantes de la emisión.

II. El yo más allá del relato de sí: interacción y contacto
Estos últimos casos comentados responden a la noción de feintise o discurso de fingimiento que trabaja Jost (1997), quien la retoma de Hamburger (1957) y Genette (1993). Señala que son esos relatos anclados en Yo-orígenes reales en los que parece indecidible definir si sus aserciones son fingidas (ficcionales) o remiten al universo de lo factual, implicando la construcción de un mundo probable. El efecto de realidad que producen no viene dado por el parecido con el mundo, sino por la convicción de que ese discurso es proferido por alguien que pertenece a nuestro mundo.
Ahora bien, los programas no siempre privilegian el desarrollo de secuencias narrativas; las emisiones pueden organizarse combinando otras (dialogal, argumentativa, poética, explicativa, prescriptiva, descriptiva) (Nel 1997), que constituyen así el marco para las evoluciones frente a cámara de diversos yo: seductor, polemista, argumentador.
Tenemos por ejemplo el yo que se juega en los textos plurigestionados de los debates y las conversaciones mediatizadas. Muchos formatos televisivos cuentan con un panel de periodistas, staff fijo de columnistas y conductores, puestas en escena de livings en donde se desarrollan diálogos animados. Más allá del rol moderador del conductor o conductora, estas escenas de interacción suelen estribar hacia formas con intervenciones que se solapan, en donde hay reinicios, preguntas sin respuestas, anacolutos. En el ámbito de la conversación mediatizada (programas periodísticos de distinto tipo -chimentos, magazines, metatelevisivos, políticos-, variedades), los géneros primarios (saludo, piropo, anécdota, chiste, insulto, broma) campean en la configuración de cada identidad personal, quedando la narrativa del sí deshilachada, constreñida sólo a anécdotas puntuales, celebradas por los demás con risas y alabanzas; conversación sin relato de sí, anclaje machacón de cómo se es y cómo es el otro: divertido, pirata, sincero, celoso, torpe, sexual, etc., (Animales sueltos, América). Se genera una frecuente oscilación interpretativa: ¿es o se hace?; ¿de mentira o de verdad?, porque además, aquellas interacciones que siguen un guión ficcionalizante, se inclinan hacia modulaciones de lo realista, que apuestan al efecto de transparencia.
“La identidad narrativa no agota la ipseidad del sujeto”, señala Paul Ricoeur (2006b). El sí como otro en la interacción y el dispositivo del contacto (a través de la mirada a cámara y la mediatización de cuerpos significantes) generan procesos de identificación por analogía y por vínculos indiciales páticos, emotivos. Son esos yo en tanto “carne afectada por las emociones”, yo encarnados, persuadiendo, agradando, conmoviendo, seduciendo.
¿Sinceros, auténticos, fingidos? Casos híbridos entre lo no ficcional y lo ficcional, entre la representación y la presentación, lo cual permite caracterizarlos como personas-personajes; personajes-personas. La TV presenta de ellos un sistema cada vez más numeroso, que reúne conductores y periodistas conocidos, con trayectoria (“figuras”) y los nuevos “mediáticos”. Esos yo serán el resultado de la combinatoria de caracteres factuales (que pueden comprobarse por otros medios) y ficcionales (según distintas modalidades de figuración realista de larga data) (Varela 2010).
Despliegue de tonos, palabras, gestos, miradas, movimientos, distancias intercorporales, que aparecen consistentes en la medida en que muestran su propia eficacia de atracción y encanto; pura ostensión y presencia autorealizante del sí.

[1] Cf. Ricouer (2006a y 2006b)

Referencias

  • Andacht, F. (2003) El reality- show: una perspectiva analítica de la televisión. Buenos Aires, Norma.
  • Arfuch, L. (2002) El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea. Buenos Aires, FCE.
  • Eco, U. (1987) “TV: La transparencia perdida”, en La estrategia de la ilusión. Buenos Aires, Lumen.
  • Fontanille, J. (2004) Soma et séma. Figures du corps. Paris, Maisonneuve & Larose.
  • Genette, G. (1993) Ficción y dicción. Barcelona, Lumen.
  • Hamburger, K. (1995 [1957]) La lógica de la literatura. Madrid, Visor.
  • Jost, F. (1997) “El simulacro del mundo” en: Versión, N° 7, octubre. México, U.N.A.M.
  • Jost, F. (2003) “La cotidianeidad como modelo de la realidad televisiva” en Figuraciones Nº 1/ 2 Memoria del arte/ Memoria de los medios, diciembre. Buenos Aires, IUNA Crítica de Artes. Disponible en URL: http://www.revistafiguraciones. com.ar/numeroactual/articulo.php?ida=34&idn=1&arch=1#texto
  • Nel, N. (1997) «Généricité, séquentialité, esthétique télévisuelles» en Réseaux N° 81 Paris, CENT.
  • Ricouer, P. (2006a) Sí mismo como otro. México, Sigo XXI.
  • Ricouer, P. (2006b) Tiempo y narración III. El tiempo narrado. México, Siglo XXI.
  • Rocha, A. y Varela, G. (1995) “La intimidad como espectáculo: la confesión como procedimiento discursivo recurrente en los programas de la TV argentina.» Trabajo presentado en el IV Congreso Nacional de Semiótica. Córdoba, septiembre de 1995.
  • Varela, G. (2010) “Modos representacionales en la no ficción televisiva”. Trabajo presentado en el VIII Congreso Nacional y III Internacional de la Asociación Argentina de Semiótica «Cartografía de investigaciones semióticas» Posadas, Misiones, octubre de 2010 (a publicarse en Actas).