Retomas Discursivas en Tiempos de Convergencia Producción, Circulación y Consumo

Intervención de Graciela Varela (ver Powerpoint)

Yo voy a comentar tres autores que trabajan la noción de intertextualidad: el ya clásico capítulo de Kristeva, un texto de Angenot que plantea el estado del arte hacia 1996 y el de Laurent Jenny, también de 1996, que supone un posicionamiento divergente con respecto al concepto.

– Kristeva, Julia (1978), “La palabra, el diálogo y la novela”, en Semiótica Tomo I, Madrid, Espiral.

– Angenot, Marc (1996), “La ‘intertextualidad’, pesquisa sobre la aparición y difusión de un campo nocional”, en Intertextualité. Francia en el origen de un término y el desarrollo de un concepto, selección y traducción de Desiderio Navarro. Embajada de Francia en Cuba, La Habana, UNEAC, Casa de las Américas.

– Jenny, Laurent (1996), “La estrategia de la forma”, en Op.cit.

El capítulo que está al inicio del libro Semiótica I, de Julia Kristeva, «La palabra, el diálogo y la novela», se plantea como una revisión, un trabajo de paráfrasis o de difusión del pensamiento bajtiniano. Todo el capítulo resuma una valoración de la producción de Bajtín, en tanto continuación/ superación del formalismo ruso, en tanto capaz de producir una transformación/ superación de las limitaciones del paradigma estructural de carácter estático (recordemos que fue publicado en el 1978, en la época de mayor fiebre del estructuralismo y ya, de nacimiento de las posiciones llamadas posestructuralistas). Es decir, el pensamiento de Bajtin, para la autora, es capaz de producir una superación de la visión estática estructural.

Desde este punto de partida, la base conceptual que sostiene es que la palabra literaria no tiene un sentido fijo, no es un punto dentro de una cadena, sino que es un cruce de otros textos, de superficies textuales, un diálogo entre varias escrituras. Este concepto de “escritura” va a estar presente en todo el artículo y es central para todo el grupo de Kristeva, Sollers, por ejemplo, y los demás miembros de Tel Quel. Esas escrituras que se relacionan, esos diálogos pueden ser tanto: relaciones con las escrituras del escritor, relaciones con el destinatario o con el personaje, y con el contexto cultural anterior o contemporáneo.

Así pues, la concepción bajtiniana que Kristeva recupera tiene que ver con pensar el texto anclado en la historia y la sociedad. Y esto claramente se vincula con lo que nosotros consideramos una «perspectiva discursiva», ya que “historia” y “sociedad” son concebidas como un conjunto de textos, lo que, según la teoría veronania sería el concepto de “semiosis social”, con su enfoque metodológico que focaliza la interdiscursividad.

Kristeva, por otra parte, plantea que el texto supone una práctica que tiene al escritor como agente activo. El texto supone una práctica de escritura/ lectura del corpus literario: lectura de la textualidad sincrónica y de la anterior. Pero también supone una productividad: es en la escritura en donde se produce el autor. Se produce esta dialéctica, podríamos decir: es el escritor que lee y que escribe, pero es a su vez el escritor que es leído y es escrito. Ésa es la forma que tiene el escritor de participar en la historia. Y ya adelantando un poco el posicionamiento que Bajtín lleva a cabo en distintos libros, Kristeva plantea que la literatura puede ser entendida como un movimiento de impugnación ideológica y social de los textos anteriores o de la tradición; esto es, la autora hace una reivindicación de la importancia del discurso carnavalesco.

Se trabaja además otra noción de Bajtín que es la del “estatuto de la palabra», noción que está presente en otro libro del círculo de Bajtín, el de Voloshinov, Marxismo y filosofía del lenguaje. La palabra no se concibe como una unidad morfológico-semántica del lenguaje verbal, sino como una unidad del texto literario, del lenguaje poético. Kristeva retoma y define el concepto bajtiniano formulado treinta años atrás de esta manera: la palabra se entiende como un complejo sémico que adquiere vinculación sintagmática con las otras frases del texto, pero que tiene también una relación vertical con otras palabras de otros textos, y se articula así en secuencias mayores. Para ella, el concepto de Bajtín de “estatuto de la palabra poética” supone una especie de “mirada espacial», porque implica relaciones de elementos que están copresentes y de elementos no copresentes, pero que sí son actualizados en el texto. Podríamos decir que el funcionamiento poético del lenguaje sigue esta lógica espacial de relaciones del sujeto de la escritura con el destinatario, que se concibe no como una entidad fuera del texto, sino como sujeto enunciatario, (interno); y asimismo, de relaciones con los textos exteriores, orientado, vuelvo a plantear de nuevo, al corpus literario sincrónico y anterior. Es decir: la palabra/ el texto es un cruce de palabras/ textos en la que se lee al menos otra palabra/ texto. Este es un juego de reenvíos, de ecos entre los distintos textos

El artículo de Kristeva dedica un espacio importante al desarrollo de otras dos nociones bajtinianas, porque, repito, este texto aparece como una actualización postestructuralista de sus conceptos. Los dos términos son “diálogo” y “ambivalencia”, cuya distinción no resulta clara completamente, según la teórica búlgara. El fenómeno de la intertextualidad pone en juego un diálogo entre textos, pero también un sentido ambivalente: que mira hacia el texto y mira hacia el texto de donde viene, una relación doble. Entonces, la palabra poética aparece dialogando en ese espacio constituido de Escritor-Destinatario-Contexto y también en una relación ambivalente; esto es., la inserción de la palabra en la historia (la sociedad) y de la historia en la palabra. En esta recuperación de Bajtín lo que se hace es superar una concepción romántica que va a poner en juego el rol importante del escritor en el cierre del sentido (el creador como garante del sentido). Entonces, estas ideas de Bajtín superan la idea de intersubjetividad, porque lo que se postula es la intertextualidad. Y ésa va a ser para Kristeva la tarea de la semiótica: la descripción de estos funcionamientos dialógicos entre los textos, abordar las problemáticas de los géneros, de las expansiones semánticas, etc. (Recuerden que este capítulo forma parte de dos tomos que se llaman Semiótica (I y II), en donde Kristeva desarrolla su teoría, el Semanálisis, que es una articulación de nociones del psicoanálisis, la linguística generativa (fenotexto y genotexto) y del materialismo histórico. Esas teorías serían sus condiciones de producción, y con esa batería conceptual propone un análisis de los textos). Entonces, retomando ¿cuál será la tarea de la semiótica? Describir estos funcionamientos dialógicos entre los textos, lo que supone una actividad translinguística, pero no en el sentido que nosotros tenemos de translinguístico de la pintura, la literatura, el cine. No lo dice en ese sentido, sino en el de superar las relaciones de la lengua del texto con “la lengua”, “el código”. La intertextualidad no tiene que ver con la relación de la manifestación escritural de un texto con “la lengua saussuriana”. Fundamentalmente, es la puesta en juego de la idea de “discurso”; no de la relación código-expresión, sino de las nociones de discurso, enunciado, macroconfiguraciones del sentido. Esta tarea puede tener dos manifestaciones: una que tiene que ver con los géneros: los géneros suponen estos juegos dialógicos, un texto siempre dialoga con el género o con distintos formatos que lo preexisten y que lo hacen legible posteriormente; y también operaciones de expansión semántica.

Para avanzar en los atributos de esta concepción sobre la intertextualidad, la autora retoma el par bajtiniano de diálogo/ dialoguismo.

Establece una serie de comparaciones y contrastes. Señala que este tipo de relaciones dobles también se observa, por ejemplo, en el par lengua y habla, o se puede ver en las estructuras dobles identificadas por Jakobson, o también está presente en la concepción de Benveniste cuando señala que siempre que hay enunciación, el sujeto coloca delante de sí a un tú. Esta relación dialógica no solo fue reconocida pro el círculo de Bajtín, sino que también está presente en lingüistas y semiólogos europeos. Entonces lo dialógico, no es una cualidad que tenga que ver con la relación Lengua-Expresión, Lengua-Habla; no se relaciona con el modo en como desde un cierto valor inmanente de un signo dentro del sistema, pasamos a un valor de ese signo en la manifestación. No es una mera cuestión de vínculos entre lógica y significación, sino que es una propiedad inherente al lenguaje: la cualidad que define al lenguaje humano es su condición dialógica. Es el único ámbito posible de la vida del lenguaje. Por eso la escritura, la literatura, supone una producción de subjetividad y una producción de comunicabilidad, lo cual quiere decir intertextualidad en este contexto.

Quiero compartir con ustedes, a propósito, algunas citas de Voloshinov. Una de ellas está en el capítulo 3 del libro mencionado, y se llama «Interacción verbal» y dice: «La palabra es un acto de dos caras…» ¿Vieron que antes estábamos hablando de la palabra, en este caso la palabra poética? Voloshinov aquí no hace referencia específicamente a la literatura, más bien está hablando en términos del lenguaje… Y continúa: «está tan determinado por quien la emite como por aquel para qui4e es emitida. Producto de la relación recíproca entre emisor y receptor, hablante y oyente…Yo me doy forma verbal desde el punto de vista de otro, desde el punto de vista de la comunidad a la que pertenezco. Una palabra es un puente tendido entre yo y otro», «si un extremo del puente se apoya en mí, entonces el otro se apoya en mi interlocutor. Una palabra es territorio compartido entre el emisor y el receptor, por el hablante y su interlocutor». Y, en ese sentido, él plantea el habla ya no como una cuestión individual, sino social.

La metáfora del puente es clara, en ella se puede percibir la concepción dialógica del lenguaje: el lenguaje no está aislado, el lenguaje está en lo social, en la interacción verbal. Entonces la noción “interacción verbal”, en Voloshinov, sería equivalente a la de “diálogo”, en Bajtín. «Es la realidad fundamental del lenguaje. Cada gota de esa corriente es social, y social toda la dinámica de su producción» «Los textos de la ciencia, de la literatura hacen un coloquio ideológico con los otros textos de largo alcance. Responden a algo, se oponen a algo. Anticipan posibles respuestas. Buscan apoyo. Cada uno de ellos es sólo un momento del proceso continuo de la comunicación verbal». Entonces, retomando el texto de Kristeva, ella dice que para Bajtín texto supone.―y ésta va a ser una noción que aparece en distintos autores después―, una escritura del escritor como lectura del corpus literario, escritura como lectura. Ese doble juego supone por un lado, absorción y por el otro, réplica de otro texto. Por eso, Bajtín va a privilegiar el estudio de la novela polifónica en oposición a la novela monológica, porque la polifónica, absorbe, transforma y expande ciertos recursos y procedimientos propios del carnaval, de la literatura popular. En cambio, la novela monológica ahoga esa estructura de la sátira, de la parodia de la expansión, de la crítica.

Otro aspecto tratado en el artículo refiere a la fundamentación epistemológica, a cómo la autora plantea la consideración del lenguaje poético como un objeto científico. Para ella, entonces, si el lenguaje poético es el objeto de la semiótica literaria o del semanálisis, se tendría que poder definir en términos formales. En ese sentido, la lógica del lenguaje poético no supone blanco versus negro, la lógica del 0-1, no es monológica, no es referencial, no es denotativa; sino que supone ese espacio de indeterminación, de ambivalencia, de amplitud que va del 0 al 2. En ese intervalo es que pensamos el lenguaje poético, el lenguaje de la literatura. No es lo mismo que el lenguaje verbal en otro tipo de interacciones, menos aún que el lenguaje científico o el de la historia. Es ese espacio de lo continuo, de lo plurívoco, de lo que puede ser A y B al mismo tiempo. El lenguaje de la literatura no es referencial, es abierto, es sugerente, es connotativo. La misión de la semiótica literaria será formalizar esa lógica. Esa lógica poética es la que escapa a la Ley, a Dios, a la definición. El lenguaje poético lo que hace es romper las ataduras de la historia, de la moral, de la religión. Es subversivo. Yo puse en una de las diapositivas una imagen de Gargantúa y Pantagruel, de Rabelais, que es una novela francesa del siglo XVII porque trataba de ilustrar qué es esto de la novela polifónica que interesó tanto a Bajtín y que Kristeva retoma. Por todo lo dicho hasta ahora, la novela que es realista, que tiene pintura de personajes, un narrador omnisciente, tipo Balzac, son novelas monológicas, porque no dan esa posibilidad de la lógica del 0 al 2, cierran el sentido, son obturadoras de transformaciones, con su fuerte efecto de realidad. Además, suelen contar con una tesis, y entonces se percibe la voz del autor, del narrador que guía la interpretación, obtura y clausura el sentido: «Esto deber ser leído como ilustración de una tesis, porque por tales o cuales determinaciones de sangre, hace que fulanita termine suicidándose…», condicionamiento/ determinismo biológico que estaba presente en novelas del naturalismo, por ejemplo. Sin embargo, si uno se centra en el discurso del carnaval, no: justamente es el discurso que trastrueca, lo que estaba arriba lo pone abajo, fiesta popular en la que el espectador ahora es tanto espectador como participante; burlador y burlado; esto es una lógica del 0 al 2, de lo continuo… Obviamente, también está la aparición de las malas palabras y lo escatológico. Entonces, tenemos la transgresión del código lingüístico, que, en definitiva, es también una transgresión social. Y lo que quiere plantear Kristeva es que esta discursividad implica una ley diferente. Transgrede una ley, pero supone otra ley. La trasgresión del código o de la ley es otra ley, es la ley o la lógica del lenguaje poético. Esta justificación le permite de dar estatuto científico, podríamos decir, al objeto de la semiótica literaria.

Así pues, la novela polifónica es la que absorbe las características del discurso carnavalesco. En las diapositivas van a poder leer un fragmento de Gargantúa y Pantagruel, como ejemplificación.

El dialoguismo textual supone un principio de subversión, de impugnación productiva, el doble, otra lógica, todo lo que venimos planteando. Y en el texto se plantea también una clasificación de las palabras (recuerden que la palabra era la unidad del lenguaje poético): está por una parte, la palabra denotativa, que sería la del narrador, la del autor; la palabra objetal, que es la del discurso referido, la que corresponde a los personajes, y por el otro lado, el autor puede usar la palabra de otro para poner un sentido nuevo. En ese diálogo intertextual, puede haber una serie de procedimientos: puede haber una relativización del texto retomado, puede haber una operación de significación opuesta, es decir, de parodia, de inversión; o puede haber unos modos que no quedan muy claros: una polémica interna, oculta, en el texto de llegada. Se trataría de esa insistencia en que la novela tiene esa gran capacidad de intertextualidad y albergar palabras ambivalentes; por tanto, hay allí como una discriminación sobre… en qué consiste ese dialoguismo interno de la novela: dialoguismo entre las figuras, o el desdoblamiento que existe necesariamente en la escritura ficcional entre el enunciador y el enunciatario (narrador y narratario); o el escritor consigo mismo, la distancia que también establece consigo mismo…  Este dialoguismo inmanente presupone que los tres lugares (escritor-destinatario-contexto) están en continua relación de convocación y de desdoblamiento, de réplica, etc.

Esto cualidad permite diferenciar en una clasificación general dos tipos de discursos: los discursos monológicos: la narración épica, el discurso histórico, el científico; mientras que exponentes claros de discursos dialógicos serían el carnaval, la sátira «menipea» y la novela polifónica. El texto se construye, así, como teatro y como lectura, está hecho de relaciones, sigue otra lógica, que es la carnavalesca. Con lo cual, el capítulo de Kristeva culmina justificando que, fundamentalmente, el concepto de dialoguismo y de intertextualidad es un principio intelectual, como una matriz epistemológica para pensar: ya no pensamos en términos binarios, sino que partimos de la noción de intertextualidad.

Es una posición que retoma las enseñanzas de Lacan (y el Saussure de los paragramas o anagramas: diseminación en un texto de significantes; cadenas de cadenas de significantes que ocultan o convocan significados.  Pero justamente es en contra de la linealidad, es ir trabajando sobre otra lógica, que es alusiva, connotativa.

En segundo lugar, comentaré algunas cuestiones vinculadas al texto de Angenot, muy interesante, porque presenta un estado del arte de la noción hacia 1996. Plantea que hay un interés particular en hacer una crítica epistemológica de este campo nocional, que tiene que ver con el éxito que tuvo la noción, con su origen un tanto incierto, ya que, en realidad, en los textos del propio Bajtín, las denominaciones de  intertextualidad e intertexto no aparecen. Y además, porque estas nociones supusieron el estandarte de un viraje en el paradigma. Muchas posiciones teóricas van a enarbolar esta noción para establecer una suerte de posición respecto a ciertas cosas que vamos a ir viendo, aunque muchas de ellas ya las habíamos mencionado.

En ese punto, estas tres características hacen que “Intertextualidad” e “Intertexto” tengan un cierto uso ambiguo, hasta, dice Angenot, medio trivial. Es decir, existe el riesgo de trivialización del concepto. En ese uso trivial de la noción, tenemos las manifestaciones de, por ejemplo, un análisis de fuentes e influencias literarias que resultaba una práctica metodológica habitual en la historia de la literatura o en la crítica filológica, hacia la década del 20 en adelante, sea nombrado como un “análisis intertextual”. En principio, lo que queda claro es que la noción se la debemos a «la Kristeva» (Angenot lo dice así). Término «inventado» por la Kristeva, dice, y lo que sí es interesante es que lo pone en relación con su campo nocional. Él plantea que no se puede rendir cuenta de un concepto si no se hacen conexiones con los otros conceptos con los cuales se vincula, es decir dónde se inscribe, diríamos, el paradigma, el marco teórico.

Para Angenot, entonces, Intertextualidad, en el pensamiento de Kristeva y en la gente del grupo de la revista Tel quel tiene que ver con el concepto de productividad textual. Tiene que ver con la noción de idiologema. Supone estos procesos de apropiación, absorción y transformación, y, fundamentalmente, se hace esta síntesis que al final del capítulo de Kristeva se planteaba: el concepto ha servido como una suerte de identificador de una posición contraria a la inmanenencia, contraria a lo estático; de algún modo, es una crítica al estructuralismo no asumida explícitamente. Eso dice Angenenot. Ese principio teórico presupone lo que en este grupo es muerte del sujeto, del sujeto conciente, garante y clausura del sentido. Supone una red de relaciones teóricas entre el materialismo dialéctico, Freud, Lacan y el Saussure de los anagramas.

Me interesa en este sentido destacar esta frase de Barthes, acerca de que el texto es “geología de escrituras”. En otro lado, Barthes plantea, (no está esto en el artículo de Angenot), que el texto es “una cámara de ecos”; puede ser entendido como una lectura de síntomas.

Entonces, a partir de estas fechas (años 66/ 67), el término que tenía un prestigio particular entre este grupo de teóricos franceses migra a otros campos intelectuales. No necesariamente esos otros autores que toman el concepto, lo hacen con todas sus implicancias. Uno podría decir que el concepto empieza a tener éxito, el concepto se difunde, pero no necesariamente esos otros autores toman los principios del semanálisis, o del marxismo. Entonces, en ese recorrido que hace Angenot, él plantea que hacia fines de los ’60, hay como un efecto “moda” alrededor del concepto (lo que les comentaba acerca de que se llamaba “análisis intertextual” a la crítica filológica tradicional, por ejemplo).

Por otro lado, ese efecto “moda” del término también se ve en ciertos autores que trabajan con una concepción de intertextualidad, pero nunca usan el término, por una cuestión de disputa de campo intelectual. Menciona a Jean Pierre Faye y a otros que no toman para nada una postura materialista, como la Escuela de Constaza, pero en la que aparece de manera no sistemática el concepto, esto es, asociado a otras cuestiones que nosotros generalmente vinculamos con la intertextualidad: metatexto, protocolo de lectura, migración, ironía, etc.

Hay dos hitos que Angenot establece en relación con este recorrido: uno tiene que ver con la traducción y difusión de los trabajos de Lotman y el otro con el artículo de Jenny, al que después me referiré. El problema con la traducción de los trabajos de Lotman es que el concepto de texto que tiene y las relaciones del texto con el extratexto (recuerdan que Lotman tenía esta definición de la cultura como texto), no se sabe bien qué tipo de relaciones son, de qué naturaleza pueden ser esas vinculaciones entre el texto y el extratexto.

Por otro lado está, lo de Jenny, que, según Angenot, supone correr esta cuestión de relaciones entre los textos, o actividades que hacía el escritor, que hacía una actividad de escritura-lectura, hacia la visión de ver la intertextualidad como una propiedad que tiene el texto, con lo cual hay un cierto viraje hacia la inmanencia: la significación es inmanente al texto.

Angenot plantea allí una cierta distancia con el posicionamiento de Jenny alrededor de plantear que es el texto de llegada el que en definitiva es el organizador de todo lo anterior. De ese modo, el sentido no está en la vinculación entre textos, sino en el trabajo de absorción que hizo éste, y de organización de una lectura.

Hay además otras referencias: a Escarpit, de la escuela de Burdeos, de la cual Angenot es como una suerte de discípulo, se formó a partir de ahí; por ejemplo, el concepto de “discurso social”, Angenot  lo saca de Escarpit. “Discurso social” incluye más que lo literario: acá la intertextualidad empieza a pensarse más allá del campo literario.

Reconoce también lo que hicieron por la estabilización formal de la noción tanto Rifaterre como Zumthor.

Pero, en conclusión, Angenot plantea que se observa una indeterminación conceptual del término. Entonces, como habíamos adelantado: la noción funciona como una suerte de apertura hacia una problemática, como un paraguas que sirve para identificar una posición epistemológica contraria a la del sujeto fundador, al principio de inmanencia, a la noción de código. Y, por lo tanto, a la estabilidad del sentido. Entonces en ese sentido, el concepto funciona como un polo de atracción que homogeniza un campo intelectual. Hay algo que no dije, supera la visión del texto como reflejo de un contexto, esta visión geológica de infra-superestructura.

Por último, comentaremos el trabajo de Laurent Jenny. Si uno lo tuviera que sintetizar, diría que fundamentalmente se para en la intertextualidad desde el campo literario. Entonces la intertextualidad es un fenómeno que atañe a las obras literarias. Queda en la misma línea de los trabajos pioneros de Bajtín y Kristeva. Por otro lado, en él queda más claro este vínculo con lo que llamaríamos el architexto, esto es, la intertextualidad también incluye la relación que un texto tiene con los esquemas generales que después permiten leerlo en tanto novela policial, novela de aventuras, etc. Entonces, esa relación con el architexto es una de las maneras de manifestación de la intertextualidad.

La otra tiene que ver con la retoma de algún contenido semántico o algún tipo de secuencia particular a la cual o se la toma tal cual, o se la transforma, o se la invierte en su sentido. Él no pone ni la cita ni la alusión como casos de intertextualidad. Si hay una total transformación del campo en donde ese motivo estaba presente, los sentidos particulares que tenía en el texto fuente, no se trataría de un fenómeno de intertextualidad. El dice: «No incluye alusión o reminiscencia de un texto, sí cuando encontramos en un texto elementos estructurados anteriores a él.

Aquí podemos ver una serie de clasificaciones de la noción. Una me parece particularmente interesante: tiene que ver con las formas en que el texto literario que establece una relación intertextual con otro, le da un marco al texto retomado. Ese marco puede ser el del anagrama que es más difícil de detectar, un marco narrativo tradicional; uno al cual se lo parodia, se lo invierte; o la forma más vanguardista, que sería, el deshilachar toda estructura narrativa del texto que es parodiado, en un sentido de expansión semántica: ya no se podría reconocer ahí una organización narrativa. Se trata en este caso, de un juego con el significante. Esos serían los juegos, las formas de enmarcamiento de la intertextualidad. O sea, ¿de qué manera puede entrar ese texto retomado dentro del texto que hace ese juego intertextual?

Por otro lado, Jenny plantea que el trabajo de la intertextualidad es un trabajo de relaciones de transformación y, en ese punto, habla de la verbalización y la linealización, que son características que tienen que ver con el lenguaje verbal, o sea, con la literatura. Él plantea como caso de intertextualidad un comentario, una descripción en una novela, de una pintura. La tercera manera es la de la incrustación que se conecta con la forma de marco que le puede dar el texto de llegada; la incrustación supondrá, respecto a ese texto fuente, algún tipo de operación figural; entonces, puede retomarlo en una relación metonímica o por una comparación, una analogía, una metáfora, o bien, por un montaje, una incrustación que no responde a ningún tipo de criterio figural.

Por último, plantea una enumeración de figuras. Algunas pueden ser interesantes para extenderlas en el análisis de materialidades discursivas, que no sólo involucran el lenguaje verbal: la elipsis, la amplificación, la hipérbole; pero, otras que menciona, son fuertemente lingüísticas.

Los últimos parágrafos del artículo insisten en este poder productivo, crítico, de la intertextualidad. Por eso habla de qué ideologías se sustentan detrás de ella. Fundamentalmente, la de un desvío cultural, esa operación del escritor que lee cuando escribe, a veces, supone una lectura crítica, una máquina perturbadora de la tradición. Por lo tanto también, es una apertura a que el sentido no quede fijo y monológico, sino que haya una reactivación; por lo cual se coloca en contra de los clichés, por ejemplo. Como ya hemos mencionado, la intertextualiad es la verificación de la lectura por la escritura  El sujeto es un sujeto que escribe y es, a su vez, un sujeto producido.  Responde siempre a una vocación crítica, lúdica, exploratoria y es el instrumento privilegiado de ciertos momentos de la producción cultural: esos de las vanguardias, o del desmoronamiento de un sistema social, por ejemplo, el feudal y la emergencia de un nuevo sistema.